Personas que me entienden:

miércoles, 8 de junio de 2011

Continuación


Tostadas y cereales. Maldita rutina.
Menos mal que le tenía a él. Le echo de menos eso es imposible de negar. Me duele cada vez que se va. Me emocionaba cada vez que volvía.
Sabía que hoy podía volver a verle y eso me alegraba el día. Decidí que quería tostadas. Creo que coincidíamos en latín.
¿Le amo? Tendré que averiguarlo.
*                 *                       *                        *
Latín. Nunca me había parecido tan interesante, sobre todo desde que Víctor estaba en mi clase. Nos habíamos pasado toda la clase pasándonos notitas y mirándonos de reojo. Valla, amor… No. No podía ser, pero… ¿y si lo era? ¡No!
El amor sólo hacía daño, nada más… No. Esto sí que era amor, tenía que hacerlo. Le amaba. Y estaba deseando verlo ya, ahora mismo. Había estado pensando en ello, claro está. Lo que más me interesaba, ¡es que no sabía nada de él!
Sólo sabía que se llamaba Víctor, que tenía un gato con bigotes muuuuy largos y que decía que le encantaba el latín y el griego.
Si soy sincera, odiaba el latín y el griego. Pero, sólo quería estar con él todo momento así que me había apuntado a todas las clases en las que estaba él, y que me podía apuntar.
Volviendo al tema de que no sabía nada de nada de él, está que no sé si tiene padres o no. No sé si tiene hermanas, no sé dónde vive, no sé si me quiere, no sé si el sabe que yo sé que le amo. Madre mía, pero que mareo… Yo quería estar con él, pero como no tenía ni idea de nada de él pues... no sabía si quería… bueno no sabía si podía seguir así.
En fin tendría que pensar en esto después, porque parecía que la de latín me estaba hablando.
-¿Qué?- pregunté desorientada.
-Quis esset maior esset maior mathematicus Graeciam?- preguntó la profesora.
Todos me miraban incluido Víctor.
-Eeehh… ¿Pitágoras?- dije, vacilante.
-Ratio, Miss Hall- Me dijo con tono autoritario.
-Olle- le susurré a Víctor, que estaba a mi lado.
-¿Puedes quedar esta tarde?
-No, tengo que ir… a un sitio- y se fue así, tal cual me dio un beso en la mejilla y se largó. Me quedé ahí, furiosa y confundida. Era hora de averiguar cosas del porqué de su comportamiento.
*                  *                *               *
Me había saltado las dos ultimas clases de el instituto. No me apetecía estar en latín ni en gimnasia; de verdad que no tenía ningunas ganas de estar ahí aguantando a Verónica.
Esta tal Verónica no dejaba de mirar a Víctor en clase, y, sí, soy muy celosa. Aunque la verdad es que ma acabo de dar cuenta, porque como nunca… nunca había… tenido una relación, la verdad es que me estaba obsesionando. Y me estaba dando miedo ya…
Estaba en mi casa, con el ordenador, y busqué en google: Víctor Rosso.
Madre mía… ¡No podía creerlo! ¿¡Cuántos Víctor Rosso podían haber!?
No… Todos tenían los mismos rostros que mi Víctor Rosso… ¿Sería inmortal? ¿Sería solo un truco? ¿¡Qué sería!?
Me da vueltas la cabeza, al ver que al lado de todas esas fotos  ponía las fechas: 1991, 1998, 2000… ¡¡Dioooos!! ¿¡ME ESTARÉ VOLVIENDO LOCA!?
Pero… no puede ser… gimo, al darme cuenta de que me da vueltas la cabeza, se me nubla la vista, dejo de controlar mis músculos y me precipito al vacío sin remedio…
*                *                   *                   *
Me despierto y me doy cuenta de que me ha caído al suelo, me entra pánico al recordar lo que descubrí ayer por la tarde.
Me llevo una mano a la boca y dos tristes y solas lágrimas navegan por mis mejillas. Pero no son las únicas; más ríos de lágrimas cubren mi rostro y me rompo la cabeza para saber que esta pasando, y que puede ser Víctor. Ese chico tan normal, que hizo de mi una niña única y feliz.
Siento frío y soledad. Otra vez esa sensación que tuve cuando mi padre…
No puede ser, me dije otra vez. Pero él te quiere dijo una maliciosa voz en mi cabeza. Me di un golpe en la sien con la mano para quitarme esa maldita vocecita que sólo hacía que anegase falsas esperanzas con lo de Víctor. ¿Por qué no me había contado que era inmortal? A lo mejor no era eso, si no otra cosa pero que pudiese mantenerse así para siempre, pensé esperanzada.
Esa maldita vocecita estaba empezando a tener afecto. Pero, ¿y si me quiere de vedad?
Tendría que averiguarlo .Una parte de mi cerebro sigue activo y justo esa parte realiza un plan.
 Me levanté de la silla que estaba en frente de mi habitación y me tiré en la cama, lloro amargamente la perdida de mi confianza en Víctor.
*                *               *                 *
Sabía exactamente donde vivía Víctor. Habíamos estado hablando una vez sobre donde estaba su casa.
Estaba en la calle Goya  un casi en la calle de al lado. Salí de casa taconeando fuertemente. El dolor había dejado paso a la ira y la rabia. Ahora, tenia ganas de matarle, si era posible, claro; porque a saber que clase de criatura era él, pensé con desprecio. Ahora estaba enfadada, pero estaba segura de que cuando lo viese, echaría a llorar. Porque un poco más al fondo de la ira y la rabia, ahí seguía ese sentimiento que me había llevado a sufrir tanto. Amor. Un sentimiento, que antes había creído estúpido, porque antes de sentirlo, creía que solo servía hacerte sufrir. Lo había pensado porque le había ocurrido a mi madre.
Y así era, pensé. Porque, ahora mismo estaba sufriendo, ¿no?
Porque él sigue llenándome y no quiero hacerlo sufrir, y quiere recorrer el camino agarrados de la mano olvidando el sufrimiento, este horrible y devastador sufrimiento que ahora sentía al haber descubierto lo que era Víctor.








No hay comentarios:

Publicar un comentario