Personas que me entienden:

viernes, 3 de junio de 2011

Una historia creado por mi. Espero que os guste!


Las conclusiones de Sofía
No podía dormir. Me había levantado para coger un vaso de leche a la cocina.
Había estado un tiempo sin poder dormir una noche seguida. No podía entender que desde que me mudé no duermo una noche seguida. Pero lo más extraño es que no duermo porque estoy incómoda, lo que seguro que os esperarais era que fuese por pesadillas.
Pero no era así.
Había alguien que me quitaba el sueño, y tampoco era el tipo más guay del colegio.
De repente oí las sirenas de los coches de los policías. Dios, qué pesadilla, en esta ciudad no paraban ni un minuto.
Pensé otra vez en él. Qué raro. Me pasé la mano por mi melena de color avellana. Qué extraño… Pienso en él en cada momento, a pesar, ¡de que es idiota! Que tonta… Desde la primera vez que le vi en la biblioteca del colegio y me recomendó un libro, que, por cierto, era muy bueno.
Pero podría decirse que es guapo. Bah, que tontería.
Encendí la tele para tener la mente ocupada. Había pasado no se qué historia en Rusia. Valla… No hay nada que acupe más mi mente que este chico.
Le recordé otra vez. Ojos color avellana, pelo negro, alto… Que guapo. Bah, pero que idiota soy. Cogí mi vaso de leche, y me fui a la cama.

*                           *                              *                          *                            *                         

Acaba de salir el Sol y me daba de lleno en la cara. Hoy le voy a volver a ver. Venga ya, estoy otra vez con lo mismo. ¿Por qué? No tengo ni idea. El caso es que tengo que empezar a admitir que me gusta. Me gusta. Que tonta.
Fui al baño para ducharme y cuando salí de la ducha mi miré al espejo. Mi pelo color avellana estaba mojado y mis ojos azules verdosos me contemplaban mi pecho subía y bajaba rápidamente, envuelto en la toalla.
Bajé a desayunar. Mi madre no estaba, eso lo sabía ya sin bajar. Madre mía pero, ¡Estoy eufórica!
Haber, hay tostadas y cereales. Puuff, maldita rutina. Había creado una hipótesis. Me gustaba este chico porque rompía todas las rutinas que tenía en mi vida. Valla tontería, no te puedo gustar alguien sólo por eso, ¿o sí?

          *                       *                         *                           *                          *


Estoy en el instituto y no presto atención a nada de lo que me digan.
Sólo lo busco a él. ¿Cómo puedo estar  tan obsesionada con una persona?
Suena el timbre. Ahí esta Él, me sonrojo, me pongo nerviosa, me sudan las manos… Pero aún así me acerco. Él está hablando con una cosa que estaba en la mochila y… Espera, espera… ¿Hablando con su mochila?
Al final me acercó más y veo que está hablando con ¡un gato! Era un gato atigrado con los bigotes más largos que he visto.
-Hola –digo un poco cortada. Él se de la vuelta. Me acabo de dar cuenta de que no se ni como se llama.
-Hola, Sofía- pero resulta que el sí que sabe el mío. Joder, que raro es este tío.
-Qué curioso .Me acabo de dar cuenta que yo sé tu nombre y que tú no tienes ni idea del mío. Me llamo Víctor.- Puso ese tipo de sonrisa que pone la gente cuando algo le hace gracia pero que sabe que no es de buena educación y al final acaba por no reírse.
-¿De qué te ríes?- Le pregunté, con malas pulgas.
-Tienes unos ojos preciosos, ¿de qué color los tienes? ¿ azules o verdes? ¿ o quizás grises?- Me quedé prácticamente flipando. Esa era una táctica genial para aludir una pregunta.
-Gracias- dije.- Yo creo, que los tengo entre grises y azul verdoso.
-¿Tú que crees de que color los…?- De repente alzó la mano y me puso detrás de la oreja ese tipo de mechón de pelo rebelde.
-Tienes el pelo súper suave,  ¿Te has dado cuenta de que tienes el pelo del mismo color que mis ojos?- Y así, tal cual, se acercó y depositó un tierno beso al lado de mis ojos. Y se fue tan pancho, con ese misterioso gato suyo.
Mierda, me ha vuelto a dejar aquí sola con las palabras en la boca, como si nada. Pero, tengo que admitir que este chico me emocionaba y me dejaba sin palabras. ¿Será el chico de mi vida? ¿Lo será de verdad?
*                    *                *                *    

Llevo toda la mañana, desde que me dejó  Víctor, con la sensación de que me están observando. Valla… sí que estoy enamorada de este chico tan misterioso. Seré idiota. Bueno a lo mejor le llamo para que quedemos para hacer algo. Maldita sea, no tengo su móvil no puedo quedar con él.
Entro en casa y ahí  estaba, en mi jardín.  Madre mía, ¿cómo sabrá dónde vivo?
Creo que me ha seguido. Estoy  tan nerviosa que me vuelven a sudar las manos. Ahí estaba Él, tan pancho, tumbado en la amaca como si fuese su casa. Me vio y se puso tenso; el viento le alborotaba el pelo negro era lo más bonito que había visto.
Se levantó con una sonrisa preciosa en los labios, como si estuviese contentísimo de verme.
-¿Qué haces en el jardín de mi casa?- le pregunté sin rodeos.
-Es que quería verte.- dijo tiernamente. Aquello hizo que mis defensas cayeran.
-Yo… llevo queriendo salir contigo desde… que te vi por primera vez. En la biblioteca, cuando me recomendaste ese libro.
-Y yo, Sofía, y yo…- entonces se acercó y depositó un suave beso en los labios. Este chico me dejó sin aliento. Mi primer beso…  Me separé y le miré a esos preciosos ojos del mismo color que mi pelo.
Me acerqué otra vez y le di un beso de verdad, con pasión. Me cerqué todavía más con la intención de fundirme con él.
Madre mía que bien besa este chico…
Gemí de dolor cuando de repente me choqué contra la pared. Valla… seguí besándole como no había besado a nadie.
Me separé y le miré.
-Me encantas.- Le dije, sonrió y me dio un pico.
-Tú a mi también. Tengo que decirte una cosa.
-¿El qué?- dije preocupada.
-Te quiero.- sonreí y cerré los ojos para disfrutar de la mejor tarde mi vida.

*                   *                    *                   *

Cuando me desperté en mi cama, mi casa y en mi barrio de siempre y en el mismo universo.
Pero todo me parecía diferente, todo.
Desde que él estaba en mi vida ya no era capaz de pensar en nada más que en Víctor, era como un sueño en el que todo pasaba como yo quería. Le amaba, le quería, la adoraba.
Era como un cuento de hadas, no, mejor dicho, era un cuento de hadas ya no me puedo imaginar sin él y sin su gato, el que nos persigue a todas parte.
Todo era perfecto. Tenía que presentárselo a mi madre, nunca había hablado con ella sobre chicos. En realidad, dejé de hablar con ella  cuando tenía 12 años. Nunca estaba en casa.
Desde la muerte de mi padre, ya no me hacía ni caso. Yo era como una sombra que le recordaba constantemente que mi padre ya no estaba, y nunca estaría.
Se había encerrado en su estudio que tenía en la ciudad y nunca volvía casa hasta que ya eran más de las tres de la mañana más o menos
Nunca hablábamos, nunca nos mirábamos y nunca, nunca, nunca nos contábamos nada. Éramos como dos desconocidas. Bajé a la cocina a desayunar.

*                *                        *                      *



Espero que os guste!!








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